Cubillo es uno de los críticos más afamados de Euskadi, también uno de los más odiados por no morderse la lengua (en alguna ocasión le han intentado partir la cara). Es valiente porque no se corta y osado porque escribe sin red bajo sus pies. A veces, injusto, pero siempre sincero. La foto que acompaña a sus artículos ayuda: pose a lo Risto con la cabeza deliberadamente ladeada, gafas de sol como si amaneciera siempre con resaca y mirada desafiante. Lo que en el lenguaje vulgar se conoce como un mito.
En el artículo de hoy Cubillo acierta en mucho de lo que expresa pero también vuelve a enfagarse en sus obsesiones sociológicas. Dice de algunos grupos indies que "entonan unas letras asumibles por la burguesía y los aspirantes a ella". Y no es la primera vez. Para Cubillo cantar al amor y hacerlo sin distorsionar una secuencia de acordes blues-rock es sinónimo de actitud cultural burguesa. No es nuevo. Responde al centenario discurso marxista que enfrenta al compromiso social de la prole con el ombliguismo anímico de la burguesía. Lo leo y quizás hace 60 años en la Escuela de Frankfurt tendría su sentido, pero hoy por hoy suena a pataleta contra el paso del tiempo. Sí. Cubillo se hace viejo y se le nota. Suena a carca, a estos-jovenes-de-hoy-no-saben-nada-de-música. Suena a lo que supongo que pensarían mis abuelos cuando mi padre se compró su primer disco de los Beatles.
1 comentario:
Absolutamente de acuerdo.
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